Self-concept: the pillar of our personality that we do not know

Self-concept: the pillar of our personality that we do not know

Psychology

No debemos confundirlo con la autoestima y la autoimagen

Self-concept: the pillar of our personality that we do not know

La percepción que tenemos de nosotros mismos es compleja; va más allá de «querernos» o no o de si nos vemos guapos, o nos pensamos listos. Lo que creemos de nosotros mismos se asienta sobre tres bases, que aun aparentemente similares no debemos confundir. Por un lado está la autoimagen, que se refiere a la percepción que tenemos de nosotros mismos a nivel físico; la autoestima, el nivel afectivo hacia la propia persona, y el autoconcepto: en sí que pensamos de nosotros mismos.

Rafael San Román, psicólogo de la plataforma ifeel, amplía la idea de este último término: «El autoconcepto es el concepto que tenemos de nosotros mismos, es decir, en qué términos nos definimos, qué características consideramos

 que nos definen. Tiene que ver, por tanto, con la identidad, es decir, quién creo yo que soy».

No es lo mismo que autoestima

Este término, que a muchos les es poco familiar, es una de las bases sobre las que construimos nuestra manera de ser y de actuar. Explica la psicóloga Sheila Estévez que es muy importante tener un autoconcepto «sano», pues si nos sentimos menos (o más) que los demás, no seremos capaces de «ver al otro como igual», algo esencial para ser capaces de «gestionar la realidad desde una posición interna equilibrada».

Rafael San Román hace hincapié en la importancia de saber diferenciar la autoestima del autoconcepto, ya que ambos forman parte de nuestra identidad y están muy vinculados entre sí. «En términos muy coloquiales podríamos decir que la autoestima es la valoración positiva o negativa que hacemos de las características incluidas en el autoconcepto», apunta el psicólogo. También, advierte que la autoestima es más compleja -psicológicamente hablando- de lo que normalmente «en el lenguaje de la calle se reduce a «quererse o no quererse a uno mismo»». En un sentido estricto, la autoestima es la percepción que una persona tiene de merecer ser querida o no. «Donde dice «querida» hay que entender valorada, validada, reconocida, cuidada, integrada, aceptada, etc.», puntualiza San Román.

La influencia del entorno

De vuelta al autoconcepto, para poder trabajarlo se debe entender cómo se forma. Comenta Sheila Estévez que esta percepción se comienza a construir en la infancia, «cuando los seres humanos  comenzamos a ser conscientes de nosotros mismos y de lo diferentes que somos los unos de los otros a la hora de gestionar la realidad». Por ello, comenta San Román que nuestra identidad parte de lo que, desde bebés y en adelante, quienes nos rodean nos dicen que somos. «Luego ya se va enriqueciendo con el resto de experiencias de la vida y con cómo cada uno vamos elaborando todas esas influencias: nosotros nos alimentamos de lo que viene de fuera pero lo elaboramos, tenemos una voz muy importante en nuestro autoconcepto, por supuesto», dice.

Explica Estévez que el autoconcepto, al ser nosotros ser seres sociales, sucede dentro de un social environment. «El entorno facilita que vayamos interiorizando maneras de relacionarnos afines a generar y mantener vínculos, lo que retroalimenta tener un buen autoconcepto»,dice la psicóloga, que añade que «lo importante será integrar dichas habilidades sociales sumando valor a quienes somos en esencia».

No siempre somos «la misma persona»

Por tanto, apunta el psicólogo de ifeel que nos influye muchísimo lo que nuestras familias, amigos, profesores, parejas o compañeros de trabajo nos dicen que somos. Añade que, a veces, puede haber un gran consenso al respecto a través del tiempo o entre diferentes personas de nuestro entorno, pero en cambio otras veces «las diferentes personas de nuestra vida tienen diferentes ideas de quiénes somos o cómo somos». «Es normal que haya esas controversias porque nunca somos exactamente «la misma persona» con todo el mundo», dice y añade que tenemos diferentes roles en nuestra vida y, al igual que vamos modificando nuestro comportamiento, también lo hace nuestro autoconcepto.

Sheila Estévez, por su parte, recuerda que construir nuestro autoconcepto a través de los demás es inevitable, pero no tiene por qué ser siempre negativo. Si nos comparamos con ellos, tomando como punto de referencia a personas que idealizamos o que vemos por encima de nosotros mismos, puede ser positivo si se hace desde un autoconcepto bueno, ya que sumará al verlo desde la propia seguridad y confianza, maneras nuevas de relacionarnos. Si se hace desde un autoconcepto bajo, lo que sucederá es que se retroalimentará la sensación de inseguridad, de no estar a la altura, y no se podrá adquirir por tanto nuevas habilidades sociales.  

Para terminar, Rafael San Román comenta la importancia de entender que una parte del autoconcepto, o de la identidad, si se prefiere, cambia con el tiempo, mientras que otra permanece estable a lo largo de la vida. «Por ejemplo, por lo general, uno siempre se considera de una identidad de género concreta, siempre se llama con su nombre, siempre se es de un lugar, pero igual que durante una época tuve una profesión, ya no la tengo,o antes no era padre y ahora sí. Unas facetas cambian mientras que otras permanecen total o relativamente estables a lo largo del tiempo», concluye.

Un «pobre» autoconcepto

No solo podemos tener un autoconcepto negativo, sino que también puede ser «pobre». Comenta el psicólogo de la plataforma ifeel Rafael San Román que, bien sea por poca capacidad de introspección y reflexión sobre sí misma, por rigidez o por tener una personalidad más endeble o inmadura, muchas personas tienen problemas para verse como seres completos.

«Imaginemos que hago una lista sobre aquellas características que me definen, que indican algo de lo que soy o de quién yo soy. Si la lista tiene cuatro puntos en lugar de 40, parece que ese autoconcepto no es muy rico. Por otro lado, si la lista tiene 40 puntos, pero que solo hablan de una o dos facetas (por ejemplo, el aspecto físico, o la profesión) tampoco parece un autoconcepto muy rico», explica el profesional. En estos casos, el psicólogo anima a agudizar un poco más la mirada sobre nosotros mismos, ser más observadores, para poder detectar más características, reconocer a la persona compleja que somos. 

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